Comentario de teatro.
Por Javier Ibacache V.
Diario La Segunda / Viernes 6 de Junio de 2008.
Conocida a partir de la versión fílmica que estrenara Richard Linklater en 2001, "Tape" pertenece a un línea de obras de espacios cerrados que trascurren en tiempo real y que sustentan en la capacidad de los diálogos para desentrañar nudos biográficos.
Como ocurre en una línea de creaciones que prácticamente han hecho escuela, el texto de Stephen Belber indaga en el abuso sexual a partir de la incierta adjudicación de culpas y de los roles ambiguos de víctima y victimario y se vale de una estructura dramatúrgica de gran precisión, donde el motivo central es puesto en jaque tres veces conforme avanza la representación mientras los personajes muestran sus reveses.
La versión local ha sido adaptada por Pablo Illanes (reconocido guionista de televisión) con dirección de Alvaro Rudolphy y actuaciones de Javiera Contador, Guido Vecchiola e Iñigo Urrutia.
Las tipologías del original (un traficante de drogas venido a menos, un director de cine debutante y una fiscal de provincia) han sido teñidas levemente de giros locales aunque se conservan las referencias de la obra de Belber y el casette ha pasado a ser acá una cinta de video.
Esto no dificulta que los punzantes y descreídos diálogos se conserven intactos y constituyan el factor decisivo para sostener la hora y veinte de representación.
El juego constante de quiebres, provocaciones y medias verdades demanda un elenco diestro en todos los recursos del realismo para componer la forma externa de los personajes y, a la vez, dar luces sobre las contradicciones internas. Sólo así los chistes ganan consistencia, la anécdota deja de ser una suma de estereotipos y asoma la pesadumbre corrosiva que anida en el texto.
Desde esta perspectiva, sorprende la evolución que alcanza G. Vecchiola en un registro inédito en su carrera que le permite mostrar un desparpajo consistente, convirtiéndose en la pieza clave de la puesta. I. Urrutia aun muestra cierta distancia y J. Contador necesita despercudirse de los modismos y muletillas que dejaran tres temporadas de "Casado con hijos" en su estilo (especialmente en la proyección vocal).
Aunque el montaje se deja seguir con interés gracias a una dirección que dosifica con ponderación las transiciones entre una y otra atmósfera, hay opciones que admiten reparos, como el uso de una descorcentante banda sonora que ensucia las escenas (más propia de un thriller que de una pieza intimista); la feble resistencia de los paneles que enmarcan las acción y un desaprovechado diseño de iluminación que no logra generar climas de peso dramático.
Como ocurre en una línea de creaciones que prácticamente han hecho escuela, el texto de Stephen Belber indaga en el abuso sexual a partir de la incierta adjudicación de culpas y de los roles ambiguos de víctima y victimario y se vale de una estructura dramatúrgica de gran precisión, donde el motivo central es puesto en jaque tres veces conforme avanza la representación mientras los personajes muestran sus reveses.
La versión local ha sido adaptada por Pablo Illanes (reconocido guionista de televisión) con dirección de Alvaro Rudolphy y actuaciones de Javiera Contador, Guido Vecchiola e Iñigo Urrutia.
Las tipologías del original (un traficante de drogas venido a menos, un director de cine debutante y una fiscal de provincia) han sido teñidas levemente de giros locales aunque se conservan las referencias de la obra de Belber y el casette ha pasado a ser acá una cinta de video.
Esto no dificulta que los punzantes y descreídos diálogos se conserven intactos y constituyan el factor decisivo para sostener la hora y veinte de representación.
El juego constante de quiebres, provocaciones y medias verdades demanda un elenco diestro en todos los recursos del realismo para componer la forma externa de los personajes y, a la vez, dar luces sobre las contradicciones internas. Sólo así los chistes ganan consistencia, la anécdota deja de ser una suma de estereotipos y asoma la pesadumbre corrosiva que anida en el texto.
Desde esta perspectiva, sorprende la evolución que alcanza G. Vecchiola en un registro inédito en su carrera que le permite mostrar un desparpajo consistente, convirtiéndose en la pieza clave de la puesta. I. Urrutia aun muestra cierta distancia y J. Contador necesita despercudirse de los modismos y muletillas que dejaran tres temporadas de "Casado con hijos" en su estilo (especialmente en la proyección vocal).
Aunque el montaje se deja seguir con interés gracias a una dirección que dosifica con ponderación las transiciones entre una y otra atmósfera, hay opciones que admiten reparos, como el uso de una descorcentante banda sonora que ensucia las escenas (más propia de un thriller que de una pieza intimista); la feble resistencia de los paneles que enmarcan las acción y un desaprovechado diseño de iluminación que no logra generar climas de peso dramático.
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